Los Santos Bajo la Cúpula: Padre Pio
En 2002, el Papa Juan Pablo II canonizó a uno de los santos más famosos del siglo XX,
San Padre Pío de Pietrelcina. El Padre Pío tenía muchos dones místicos de Dios, incluyendo los estigmas, la bilocación y la capacidad de leer los corazones. Recibió los estigmas en 1918, y los conservó hasta su muerte en 1968. La sangre olía a flores, y las heridas se cerraron milagrosamente sin cicatrices justo antes de su muerte.
Los viajeros esperaban semanas para ser confesados por el fraile italiano. A menudo pasaba de 12 a 15 horas al día en el confesionario, y podía distinguir si los penitentes ocultaban u olvidaban pecados. El diablo se aparecía con frecuencia al Padre Pío para tentarlo o atormentarlo, incluso tomando la forma de Jesús o María en un intento de engañarlo.
Uno de los aspectos más definitorios de la vida espiritual del Padre Pío fue el sufrimiento. Además de los estigmas, también luchó contra su débil salud física, la tuberculosis y las falsas acusaciones de haber fingido sus estigmas. Incluso fue incluido en una lista de sacerdotes condenados por el Santo Oficio y se le ordenó desistir de todas sus obligaciones sacerdotales, excepto la celebración privada de la Misa. Su reacción ante esta persecución, que duró más de un año, fue de completa obediencia a la Iglesia:
“No creo que sea necesario que les diga lo dispuesto que estoy, gracias a Dios, a obedecer lo que me ordenen mis superiores. Para mí, su voz es la voz de Dios. Quiero servirle fielmente hasta la muerte. Con su ayuda, obedeceré cualquier orden que se me dé, aunque aumente todo mi sufrimiento”.
El Padre Pío aceptó todo su sufrimiento como un regalo de Dios, destinado a santificar y purificar su alma en preparación para el cielo. Mientras nos preparamos para ponerlo bajo la cúpula de Santa Ana, podemos pedir su intercesión para aceptar los sufrimientos de nuestra vida como voluntad de Dios, y seguir su consejo de “rezar, esperar y no preocuparse”.
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