El Sagrado Corazón
El Sagrado Corazón
es una imagen hermosa del corazón de Jesús y de su amor derramado por nosotros. Revelada por primera vez a Santa Margarita María Alacoque, esta imagen nos recuerda quién es Jesús y quiénes somos nosotros como Iglesia: Su amada Esposa.
Fíjate primero en que Jesús nos ofrece todo su corazón. No nos oculta ni una parte de sí mismo ni de su amor. Lo vemos perfectamente cuando Jesús se ofrece a sí mismo en la cruz y en la Eucaristía: su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad entregados en amor a cada uno de nosotros.
Observando más cerca el Sagrado Corazón: la cruz, la corona de espinas y la lanza romana punzante nos recuerdan la crucifixión de Jesús. Este momento de la historia de la salvación no es sólo histórico, sino también personal. En la cruz, Jesús pensaba en ti y en mí con un amor ardiente para “salvarnos reconciliándonos con el Padre” (CIC 457).
Las gotas de sangre y de agua
que brotan del corazón de Jesús bajo la lanza simbolizan los Sacramentos, concretamente la Eucaristía por la sangre y el Bautismo por el agua. Para comprender lo personal que es esto, ¡hay que volver al Génesis!
Después de la creación de Adán, Dios “hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, y mientras dormía tomó una de sus costillas y cerró su lugar con carne; y de la costilla que el Señor Dios tomó del hombre hizo una mujer y la trajo al hombre” (Génesis 2: 21-22). Cuando Adán despertó, se encontró con su amada esposa: Eva.
Si avanzamos hasta la crucifixión, veremos a Jesús, el nuevo Adán (1 Corintios 15:45), entrando en el “sueño profundo” de la muerte en la cruz, donde Su propio costado es traspasado (Juan 19:34, Zacarías 12:10). La Esposa de Cristo -la Iglesia-y sus Sacramentos brotan del sagrado corazón de Cristo (véase CIC 766).
Cuando recibimos los Sacramentos, recibimos el amor de Dios derramado en nuestros corazones (Romanos 5:5). ¡Que no se nos escape lo personal y profundamente que nos ama Jesús!
Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
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