El Tabernáculo

 
 

Al embarcarnos en el viaje

hacia la construcción de un tabernáculo físico en nuestra iglesia, recordamos que estamos llamados a ser recipientes del amor y la presencia de Dios en el mundo siendo tabernáculos vivientes. Como Católicos, creemos que la Eucaristía es la verdadera presencia de Cristo. Cuando recibimos la Eucaristía, nos convertimos en tabernáculos vivientes, llevando a Cristo dentro de nosotros. Estamos llamados a ser un pueblo santo, apartado para los propósitos de Dios, y a vivir nuestras vidas de manera que reflejen el amor y la gracia de Cristo, para que los demás puedan ver a Jesús en nosotros.

Al reflexionar sobre nuestra fe y nuestra llamada a ser un tabernáculo viviente, es importante comprender el significado del tabernáculo en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, el tabernáculo servía de habitación física de Dios entre su pueblo. Contenía el Arca de la Alianza, un cofre sagrado hecho de madera de acacia y recubierto de oro, que contenía las tablas de piedra con los Diez Mandamientos, una vasija de maná que Dios les proporcionó durante su estancia en el desierto, y el bastón de Aarón, que representaba el sacerdocio elegido por Dios. El Arca simbolizaba la presencia de Dios y recordaba a los Israelitas su alianza con ellos. Hoy, el tabernáculo de la Iglesia es un recuerdo de la alianza que Dios hizo con su pueblo y de su presencia continua entre nosotros. Sirve como recuerdo tangible de Su amor y de Su deseo de estar presente en nuestras vidas. Al igual que el tabernáculo era una habitación física de Dios, la Eucaristía celebrada en un tabernáculo reverencia la presencia real de Cristo. 

Además, el tabernáculo del Antiguo Testamento era un lugar de adoración y sacrificio, donde los Israelitas podían venir a ofrecer sus oraciones y ofrendas a Dios. Hoy en día, el tabernáculo sirve como lugar de adoración, permitiéndonos acercarnos a Dios y estar en comunión con Él. Además, al igual que el tabernáculo era un lugar de sacrificio, nosotros también estamos llamados a ofrecer nuestras vidas como sacrificio vivo a Dios, santo y agradable a Él (Romanos 12:1). Lo hacemos entregando nuestra voluntad a la suya, y permitiéndole que obre en nosotros y a través de nosotros para cumplir sus propósitos. En el Nuevo Testamento, el tabernáculo adquiere un nuevo significado cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, se convierte en el nuevo tabernáculo. Vino a habitar entre nosotros, a ser nuestro Salvador y Redentor. Con su muerte y resurrección, abrió el camino para que nos reconciliáramos con Dios y nos convirtiéramos en tabernáculos vivientes por la inhabitación del Espíritu Santo. Debemos permitir que el Espíritu Santo nos transforme en la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18). Esto significa que debemos desear vivir nuestras vidas de una manera que refleje el amor y la gracia de Dios a los que nos rodean. Debemos ser intencionales en nuestras acciones y actitudes, permitiendo que el Espíritu Santo traiga esperanza y sanidad a otros a través de nosotros.

Mientras profundizamos en el significado del tabernáculo y en nuestro papel como tabernáculos vivientes, aprovechemos la oportunidad de llevar a Cristo dentro de nosotros allá donde vayamos y difundir su amor y su misericordia a todos los que nos rodean. Creamos de verdad que nuestras vidas pueden ser un ejemplo de la gracia y la compasión de Dios al responder a la llamada de ser sus manos y sus pies en un mundo que necesita desesperadamente esperanza. Que nos esforcemos por ser fieles tabernáculos vivientes, haciendo brillar la luz de Cristo en todos los aspectos de nuestras vidas.

Llamados a ser un Tabernáculo Viviente

Escrito Por: Crystal Koll

 
 

Jesús Buen Pastor adorna la puerta con intrincados detalles chapados en oro y toques de rojo.

 

Trascender

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