31 Domingo del Tiempo Ordinario
Deuteronomio 6:2-6 | Salmo 17, 2-4, 47, 51 | Hebreos 7:23-28 | Marcos 12:28b-34
San Pedro escribe: “así como Aquel que los llamó es santo, así también ustedes sean santos en toda su manera de vivir” (1 Pedro 1:15). Cada uno de nosotros está invitado a una vocación única -ya sea el sacerdocio, la vida religiosa, el matrimonio o la vida de soltero- como camino de santificación, que nos lleva a un amor más profundo a Dios y al prójimo. Aunque cada vocación es distinta, todas comparten la misma llamada a la santidad, cultivada por el amor, los sacramentos y la vida de la Iglesia. Aceptar esta llamada significa reconocer que la santidad no es un objetivo lejano exclusivo para los líderes/profesionales de la Iglesia, sino que es una llamada que se extiende a todos los fieles como un camino diario en nuestras vidas ordinarias. Al responder a la invitación de Dios con un corazón abierto, encontramos el verdadero propósito y la alegría, permitiendo que Su amor fluya a través de nosotros y toque el mundo.
Esta semana, dedica un momento a visitar la capilla de adoración y reza intencionadamente por las vocaciones. Pide a Dios la gracia de apoyar a otros en su camino de discernimiento. Aquí hay tres maneras de ofrecer apoyo:
1. Si ves una vocación en alguien, pregúntale si lo ha considerado.
2. Acércate a ellos con reverencia y sinceridad.
3. Afirma las cualidades que ves y que te han impulsado a preguntar.