XIV Domingo del Tiempo Ordinario
¿Eres suficiente fuerte para ser débil? El Salvador, el Rey todopoderoso del mundo, vino al mundo impotente, como un bebé e hijo de una familia pobre (Marcos 6:3), y dejó el mundo impotente en la cruz cuando fue clavado en ella.
Nuestro orgullo nos dice que tenemos que ser fuertes todo el tiempo, que nuestras espinas y faltas son las que nos impiden alcanzar la intimidad con Jesús. Pablo suplica que le quiten la espina del costado, pero Jesús le dice: "Te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad" (2 Cor 12,9). Es precisamente en nuestra debilidad e impotencia donde Dios desea habitar. ¿Por qué?
Jesús se beneficia de nuestras faltas porque nos vacían; tanto, que la Gracia tiene que ser infundida. Deja de ser nuestra fuerza y se convierte en la fuerza de Jesús. Nuestras espinas nos mantienen pequeños, nos limpian de la autosuficiencia y nos recuerdan nuestra continua necesidad de Jesús. Por eso, no tenemos que escondernos de Él, sino volvernos hacia Él y permitirle que salga a nuestro encuentro en nuestro quebranto.
Dedica un momento a rezar la Letanía de la Impotencia