XIII Domingo del Tiempo Ordinario
En el Evangelio de hoy, leemos la historia de la mujer con hemorragia, que había buscado sanación en el mundo por 12 años largos. No fue hasta que ella, con fe, extendió la mano para tocar el manto de Jesús que recibió lo que había estado buscando todo el tiempo.
Como humanos, somos cuerpo y alma, y por eso experimentamos a Dios a través de nuestros sentidos físicos. Por su bondad, Dios se convirtió en Emmanuel, “Dios con nosotros”, para poder entrar en nuestra realidad física y habitar con nosotros en la tierra.
No sólo se dio de sí mismo a través de Jesús hace más de 2.000 años, sino que continúa dándose de una manera muy real y física a través de los Sacramentos. Él anhela sanarnos, como sanó a la mujer con hemorragia, a través de las gracias que derrama en la Eucaristía y la confesión.
El Señor desea encontrarte en tu realidad física, cotidiana, y a través de eso, traerte una sanación aún más grande: la vida eterna. La mujer con hemorragia recibió una curación radical en su cuerpo, pero el verdadero regalo fue un encuentro personal con Jesús que cambiaría su vida para siempre.
¿Cómo has experimentado sanación a través de los sacramentos, ya sean grande o pequeño?
¿Cuáles son los obstáculos que te impiden acercarte a Jesús a través de la confesión y la Eucaristía, y cómo puedes vencerlos esta semana?
¿De qué manera deseas que Jesús te cure esta semana?