XXII Domingo del Tiempo Ordinario

Deuteronomio 4:1-2, 6-8 | Salmo 14, 2-3a, 3bc-4ab, 5| Santiago 1:17-18, 21b-22, 27 | Marcos 7:1-8, 14-15, 21-23

¿Quién será grato a tus ojos, Señor?” 

Salmo 14

¿Dónde está tu corazón?

 

En nuestras lecturas de este fin de semana oímos sobre viviendo correctamente según los estatutos y decretos de Dios. Para los israelitas, que se habían acostumbrado a vivir entre dioses e ídolos egipcios, había muchos comportamientos y costumbres que debían corregirse, y por eso habían proliferado tanto las leyes y los mandamientos para corregir sus conductas.

 

Jesús está preocupado por nuestro comportamiento y acciones correctas - la carta de Santiago afirma que pongamos “en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos” - pero el enfoque de Jesús está en ganar la batalla por el corazón, encima de todo lo demás. Jesús sabe que el que gana la batalla del corazón gana el alma de toda mujer u hombre.

 

A veces se hace referencia al corazón como la morada de Dios, la sede de la persona o lo más íntimo de uno mismo. “Del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los homicidios, los adulterios, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, el orgullo y la frivolidad”, declara Jesús (Marcos 7). 

 

Ser discípulo en las huellas de Cristo es buscar constantemente la purificación de nuestros corazones, no sólo vivir de la acción correcta. Es un trabajo largo y exigente, que requiere la gracia de Dios para transformar nuestra conciencia, nuestras actitudes y nuestros deseos interiores. 

 

Nuestros corazones deben conmoverse para llevar las cargas de nuestro prójimo. Nuestros corazones deben estar abiertos a ser amados por aquel que nos amó primero (1 Juan 4:19).

Crees que Dios te busca y se preocupa por tu corazón? 

¿Cómo influye tu corazón en tus decisiones y en la forma en que miras a los demás? 

¿Qué pequeño servicio podrías hacer por alguien necesitado esta semana?

St. Ann Parish