Los Santos Bajo la Cúpula: Santa Monica
¿Te has preguntado alguna vez si Dios responderá a tu oración?
¿Has tenido que aprender a aceptar la espera mientras Dios trabaja en ti o para ti? Duele y es difícil, ¿verdad? Sin embargo, honramos a una santa católica que nos sirve de modelo. Su nombre es Santa Mónica. Santa Mónica nació en el año 331 d.C. en Tagaste, lo que hoy es Argelia, y su fiesta se celebra el 27 de agosto. Santa Mónica se enfrentó a muchas dificultades en su vida. Aunque era cristiana, fue obligada a casarse con un pagano, Patricio, quien era cruel y promiscuo. Le complicó mucho la vida por su forma de tratarla a ella y a los demás.
Aunque tenía todo el derecho a declararse víctima, a sentir lástima por sí misma y a quejarse de lo dura que era su vida, perseveró y se mantuvo amable y fiel a Dios. Cuántas veces utilizamos nuestras dificultades en la vida para vivir en nuestras miserias en lugar de acercarnos a Dios y pedirle que nos ayude a salir adelante.
Ser cristiano nunca significó que nuestras vidas serían más fáciles y nunca significó que Dios nunca nos dejaría pasar por el sufrimiento, pero ser cristiano siempre ha significado que no tendríamos que soportar los desafíos solos y que tenemos la capacidad en nuestro cuerpo y en nuestras almas para sobrevivir un día más si tan sólo pudiéramos acercarnos a Dios y aferrarnos a Él.
Así vivió Santa Mónica. A través de su oración constante, su compromiso matrimonial y la importancia que daba a la caridad, influenció a su marido para que se convirtiera al cristianismo. Si se hubiera dejado llevar por la desesperación, tal vez se habría perdido el alma de su marido, e incluso la suya propia. Qué hermoso reflejo de la vocación del matrimonio. Siempre oímos que el papel de los esposos es llevar al otro al Cielo. Eso es exactamente lo que hizo Santa Mónica a través de su compromiso a la oración y a Dios.
La mayoría de la gente no conoce la historia de su influencia sobre la conversión de su marido. Es conocida sobre todo por su papel en la conversión de su hijo, san Agustín de Hipona. Cuando Agustín era joven, se alejó de su fe cristiana. Se enraizó profundamente en pecados como la vanidad y la lujuria. Su vida de pecado le llevó a engendrar un hijo con una de sus numerosas amadas. Entristecida por el extravío de su hijo, Mónica persistió en rezar por la conversión de su hijo. Siguió siendo cariñosa con él y nunca lo abandonó. También buscó el consejo de líderes espirituales como san Ambrosio, que era obispo en aquella época. Con el tiempo, Agustín se convenció de cambiar su vida y buscar a Dios después de ser influenciado por las enseñanzas de Ambrosio y la fe de su madre. Fue bautizado a los 32 años y se convirtió en una figura importante de la Iglesia Católica gracias a sus famosos escritos. Santa Mónica es un ejemplo perfecto de cómo ser una esposa y madre llena de fe. A los que estamos llamados a la vocación del matrimonio y la paternidad, se nos muestra realmente que Dios obra milagros en la espera y que siempre está con nosotros aunque parezca que nada esta pasando.
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