2 Domingo de Adviento
Baruc 5:1-9 | Salmo 125:1-6 | Filipenses 1:4-6, 8-11 | Lucas 3:1-6
“Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.” – Salmo 125
Al comenzar esta segunda semana de Adviento, estamos llamados a recordar cómo “el Señor guiará a Israel en medio de la alegría
y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia.” (Baruc 5:9). Mientras los días se hacen más cortos y fríos, nuestro Dios no está en modo de hibernación. Está vivo y activo en el mundo, aunque nos encontremos en una época de ocultación, silencio y espera.
El 8 de diciembre es también el día en que recordamos y honramos la Inmaculada Concepción de María, concebida en el vientre de Santa Ana sin la mancha del pecado original. En el siglo V, el Concilio de Éfeso (431 d.C.) y el de Calcedonia (451 d.C.) declararon que María era la Theotokos, “la Madre de Dios.” María dio a luz no sólo un aspecto de Cristo (su humanidad o su divinidad), sino una persona divina. Este es el misterio de Jesús, que vivió, murió y resucitó por nosotros en la historia de la humanidad, hace casi dos mil años, “En el año quince del reinado de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea” (Lucas 3:1).
Nadie quiere llevarnos más cerca a Jesús que su propia madre: el honrarla no le quita nada a Cristo. San Maximiliano Kolbe, mártir franciscano en Auschwitz, escribió que no debemos tener miedo de amar demasiado a María, porque “nunca podremos amarla más de lo que la amó Jesús.” En efecto, así como el Cuarto Mandamiento nos llama a honrar a nuestros padres y madres terrenales, ¿cuánto más podemos celebrar a nuestro Padre del cielo y a nuestra Señora, la Madre de Cristo, nuestro Salvador?
- ¿Qué piensas de María? ¿Tienes una relación con ella o te acercas a ella para rezar?
- ¿Cómo podrías tú o tu familia aumentar su devoción a Jesús a través de María en este tiempo de Adviento? (Rezar juntos el Rosario, leer un devocional de Adviento, etc.)
- ¿Tienes esperanza de que Dios pueda intervenir y transformar tu vida? ¿Crees que “el que comenzó en ti la buena obra, la perfeccionará?” (Flp 1,6)