Primer Domingo de Cuaresma
El arca de Noé, que refugió a la creación de Dios durante el diluvio, sirve como prefiguración de la salvación por el agua, conectando con nuestro Bautismo. San Pablo señala que los que estaban en el arca se salvaron a través del agua (1 Pedro 3:20). Del mismo modo, nuestro Bautismo en la Iglesia, refugio para Su creación, nos protege del diluvio del caos y del pecado. El diluvio acaba actuando como medio de Dios para formar una nueva creación mediante Su alianza con nosotros, del mismo modo que nosotros nos convertimos en una nueva creación mediante el Bautismo.
Al entrar a la Cuaresma, un tiempo de preparación y renovación, reconocemos nuestro Bautismo como un evento vivo y continuo. Estamos llamados a "dar muerte" a nuestra vida anterior y a buscar cada día el rejuvenecimiento y la vida nueva. Hacemos esto aceptando las palabras y promesas del Evangelio, "el Reino de Dios ya está cerca". Dios está cerca de su pueblo.
Inmediatamente después de que el Espíritu descendió sobre Jesús durante su Bautismo, "el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto" (Mc 1:12), donde fue tentado por Satanás. A pesar de pasar cuarenta días en el desierto y enterarse del arresto de Juan su primo, Jesús permaneció cerca del Padre y siguió proclamando el Evangelio. Sin duda, hemos sido salvados por las aguas del Bautismo, pero afrontaremos épocas de sequedad y pruebas. Las gracias que recibimos en el Bautismo nos dan la fuerza para acercarnos al Padre, que es un cumplidor de promesas y que triunfa sobre el diluvio.
¿Cómo hago que mi Bautismo sea una realidad permanente en mi vida diaria?
¿A qué o a quién me apego cuando enfrento temporadas de sequedad y pruebas?
¿Sigo estando dispuesto a proclamar las promesas del Evangelio durante estas temporadas?