XVIII Domingo del Tiempo Ordinario

Éxodo 16:2-4, 12-15 | Salmo 77:3-4bc, 23-25 y 54

Efesios 4:17, 20-24 | Juan 6:24-35

Explorando el misterio de la Eucaristía

“En la Eucaristía, Cristo está verdaderamente presente, cuerpo, sangre, alma y divinidad” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1374). Al entrar en el misterio de la Eucaristía, nos encontramos con la perdurable verdad de la Presencia Real de Cristo, la piedra angular sagrada de nuestra fe a lo largo de la historia. Como expresó San Agustín en Confesiones (7.10.18), “Cristo se soportó a sí mismo en sus manos cuando dio su cuerpo para ser comido.” La Eucaristía no es meramente simbólica, sino un encuentro milagroso en el que Jesús se hace presente: cuerpo, sangre, alma y divinidad. San Ignacio de Antioquía la describió como la “medicina de la inmortalidad”, que nos nutre para compartir la vida de Cristo (Carta a los Efesios, 20:2).


Esta verdad profunda nos llama a explorar el poder transformador del encuentro con Cristo en el sacramento que sostiene nuestro camino de fe. Al igual que a los israelitas en el Éxodo se les proporcionó maná como alimento para su viaje de la esclavitud a la libertad y hacia la tierra prometida, la Eucaristía nos sirve de sustento espiritual para la peregrinación de la fe. Como enseña Santo Tomás de Aquino, “La Eucaristía es transformadora, nos cambia a semejanza de Cristo” (Summa Theologiae, III, q. 73, a. 3). Creer en la Presencia Real nos llama a comprender y vivir esta profunda verdad: la preparación espiritual y mental es esencial para encontrarnos plenamente con Cristo en la Eucaristía. A través de la oración, la reflexión sobre las Escrituras y la Eucaristía, nos abrimos a recibir más profundamente la gracia y la presencia de Cristo.

¿De qué manera el encuentro con Cristo en la Eucaristía transforma tu comprensión de Su presencia en tu vida diaria?

St. Ann Parish