24 Domingo del Tiempo Ordinario
Isaías 50:5-9a | Salmo 114: 1-6, 8-9| Santiago 2:14-18 | Marcos 8:27-35
"El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga.”
Marcos 8:35
En la segunda lectura de este domingo, Santiago se dirige a la comunidad cristiana judía, subrayando que tanto la fe como las obras son esenciales para la salvación. Declara enérgicamente que “la fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta”, instando a los creyentes a reflexionar sobre la relación entre lo que creen y cómo actúan. Aunque Jesús ya nos ha dado el regalo gratuito de la salvación al tomar nuestro lugar y morir en la cruz, Santiago deja claro que la verdadera fe no puede existir sin expresarse a través de buenas acciones. La mera creencia, sin buenas acciones que la acompañen, es insuficiente para una fe auténtica y viva.
Santiago no sugiere que nos ganemos la salvación con buenas obras, sino que nuestras obras son una expresión natural y necesaria de nuestra fe. No basta con declararse cristiano o creer en Dios. Dios, en su amor, nos ha dado libre voluntad, permitiéndonos aceptar o rechazar el regalo de la salvación. Nuestras buenas obras son nuestra forma de decir sí a este regalo. El hecho de que un regalo sea gratuito no significa que todo el mundo lo acepte. La afirmación de Santiago es un poderoso recordatorio de que la fe auténtica exige el compromiso de vivirla a través de acciones tangibles.
¿Cómo puedes mostrar activamente tu fe a través de las buenas obras?