Domingo de Pentecostés

Domingo de Pentecostés

Entonces aparecieron lenguas de fuego, que se distribuyeron y se posaron sobre ellos; se llenaron todos del Espíritu Santo…
— Hechos 2, 3-4

REFLEXIÓN

Después de nueve días de oración y espera, se cumple lo que Jesús había prometido; se llenan del Espíritu Santo y salen a predicar la Buena Nueva de Jesucristo. Es el cumpleaños de la Iglesia. De estar reunidos en aquella habitación, los seguidores de Jesús saldrán a difundir el Evangelio por todo el mundo. ¿Nosotros también anhelamos estar llenos del Espíritu Santo? ¿También estamos dispuestos a dejar que el Espíritu Santo se mueva en nosotros con poder, enviándonos al mundo? Si es así, el primer paso es invitarlo a venir y llenarte. Permítele trabajar en ti; luego, hazte más consciente de Él, observando sus acciones e indicaciones. Cosas que tal vez antes hubieran parecido sólo una coincidencia o un pensamiento o sentimiento sin importancia, empieza a preguntarle al Espíritu Santo si es Él. Por último, responde a Él. Haz lo que creas que Él te está pidiendo que hagas. Responder a Él puede parecer especialmente arriesgado, pero nunca podremos llegar a reconocer su voz si no nos arriesgamos y obedecemos lo que pensamos que puede estar diciendo. A medida que nos hacemos más conscientes del Espíritu Santo, empezamos a reconocerlo más, y cuanto más le respondemos, más nos familiarizamos con su forma de actuar. El Espíritu Santo quiere moverse en nosotros con poder. Guiarnos, consolarnos, convencernos, ayudarnos a crecer en santidad y enviarnos al mundo con el mensaje del Evangelio que transforma. ¡Ven, Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles; enciende en nosotros el fuego de tu amor.

PREGUNTAS DE DISCUSIÓN

  1. ¿Conoces a alguien que parece estar lleno de la fuerza del Espíritu Santo? ¿Qué es lo que te llama la atención de esa persona?

  2. ¿Qué es lo que más te cuesta hacer: llamar al Espíritu Santo, reconocerlo o responder a Él?

  3. ¿Deseas estar lleno del Espíritu Santo? Si es así, toma un tiempo de oración para invitarlo con más frecuencia a tu vida. Puede ser tan simple como orar: "Ven, Espíritu Santo. Por favor, lléname y muévete con poder en mi vida. Quiero conocerte más y seguirte con valentía. Soy tuyo. Amén".

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