Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario
¿Cuántas veces, debido a nuestros miedos e inseguridades, nos hemos abstenido de compartir nuestros dones, expresar amor y encarnar la virtud? Surgen momentos en los que elegimos el silencio sobre la verdad para preservar la paz o dudamos de nuestro potencial como instrumentos del amor y la misericordia de Dios. Spe Salvi resuena y nos recuerda que fuimos creados para una gran realidad: para Dios mismo. Aunque nuestros corazones puedan parecer demasiado pequeños para tal grandeza destinada, debemos estirarlos.
A lo largo de las lecturas, encontramos ecos de este llamado a la grandeza. Proverbios 31 ilustra el poder transformador de los diarios pequeños actos a través del retrato de una mujer valiente. Mateo 25 refuerza el mensaje de la mayordomía que es fiel en las cosas pequeñas, alineándose con la necesidad de que nuestro corazón se estire. Como hijos de la luz, somos llamados a trascender la paz y la seguridad del mundo, reconociendo el deseo de Dios de trabajar a través de nosotros (1 Tes 5).
El llamado a la grandeza nos desafía a ir más allá de nuestras dudas. El embotamiento de nuestros corazones puede impedirnos vivir una vida de luz, transformando los estándares sociales de apatía y el status quo. Viviendo este llamado significa permitir que Dios use nuestra pequeñez material y espiritual para grandes cosas. Mientras esperamos el día inesperado del Señor, seamos hijos de la luz, extendiendo con confianza nuestro corazón incluso en las maneras más pequeñas, porque es en estos actos donde podemos encontrar el potencial para transformar nuestro mundo quebrantado.
¿De qué manera tus miedos e inseguridades te han impedido expresar plenamente los dones que Dios te ha dado?
¿Cómo se alinean las lecturas con la idea de la mayordomía que es fiel en las cosas pequeñas y la ampliación de nuestro corazón?
¿Cómo pueden tus pequeños actos de bondad tener un impacto positivo en el mundo y mostrar amor en situaciones de cada día?