Trigésimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Este último domingo del año calendario de la Iglesia (antes de comenzar con la temporada de Adviento) termina con Jesús celebrado como “Cristo Rey”, un Rey que gobierna el Cosmos y un Rey que ni siquiera la muerte puede contener. Y nuestro Rey siempre nos llama a una mayor intimidad con su corazón real, un corazón que late por los pobres y oprimidos.
Es muy tentador pensar que ser “una persona básicamente agradable” es todo lo que Dios quiere de nosotros para estar con él en el cielo. Pero Jesús pone el listón bastante alto, afirmando que “cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo'. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna.” Es importante no sólo creer en las correctas doctrinas y dogmas de la fe y luego guardarnos para nosotros mismos: estamos llamados a poner nuestro amor en acción, sirviendo a unos a otros y llevar las cargas de otros. Así como nuestro Rey ha sido generoso con los demás, desea nuestra generosidad.
Hay pueblos locales y globales a los que podemos ayudar, aunque sea de una manera pequeña. No podemos caer en la parálisis de pensar que tenemos que resolver todos los problemas del mundo. Eso depende de Dios. Nuestro trabajo es hacer nuestra pequeña parte por los extraños, los hambrientos, los enfermos, los solitarios y los encarcelados. Nuestro Rey nos muestra gran misericordia y debemos pagar esa misericordia hacia adelante.
Jesús nunca nos pide que hagamos algo que él mismo no haya emprendido. Él era un Rey humillado y nos enfrentó en nuestro pecado. Es más, sus órdenes no son órdenes dirigidas desde un poder tiránico en lo alto a quien nos manda a vivir en un temor servil; nos llama como un buen Rey que quiere que imitemos su ejemplo, que nos amemos unos a otros como él nos ha hecho. Nos amó primero (Juan 13:34).
Estas son las órdenes de nuestro Rey. ¿Lo obedeceremos?
¿Qué ministerio de la parroquia podría apoyar? (Proyecto Calcuta, Ministerio Mago, etc.)
¿Cómo me puede estar llamando el Señor a “pensar fuera de lo común” para servir a los de nuestra comunidad local?
¿Es Cristo Rey el centro de mi vida? ¿Me cuesta confiar en él y en su bondad?