Tercer Domingo de Cuaresma

El Evangelio de hoy nos muestra una faceta de Jesús que casi nunca vemos. Lleno de ira justa por el mal uso mundano del Templo Sagrado de Dios, Jesús voltea las mesas y expulsa a los animales. Su celo no consiste simplemente en castigar, sino en purificar, en restaurar el Templo para que vuelva a ser la casa de oración que el Padre quería que fuera. Más adelante en el Evangelio, Jesús se refiere al Templo de su propio cuerpo. A través del Bautismo, también nosotros somos hechos templos del Espíritu Santo. Jesús tiene el mismo celo por la purificación de tu templo durante este tiempo de Cuaresma.

En la primera lectura del Éxodo, oímos a Dios declararse celoso por nosotros. Dios no es egoísta en estos celos, porque sabe que sólo podemos encontrar la verdadera plenitud en su amor por nosotros, porque sólo él tiene palabras de vida eterna. Al continuar juntos este viaje cuaresmal, reflexionemos sobre cómo podemos voltear nuestras mesas de dinero a través de la limosna, expulsar a los animales de nuestros apetitos a través del ayuno, y restaurar la verdadera adoración a Dios en nuestros templos interiores a través de la oración. Dedica hoy un tiempo a reflexionar sobre las maneras en que Jesús desea limpiar el templo de tu corazón, para que pueda hacer de ti su "Casa de oración".

¿Cómo puedes cooperar activamente con Jesús durante este tiempo de Cuaresma para permitirle limpiar y purificar el templo de tu corazón?

Considera cómo Jesús se refirió a su propio cuerpo como el Templo. ¿Cómo influye esto en tu comprensión de tu propio cuerpo como templo del Espíritu Santo?

Joseph BionatComentario