X Domingo del Tiempo Ordinario
La división y la separación son fruto de nuestro pecado y de nuestro empeño en vivir "a nuestra manera", pero Dios siempre está diseñando un camino para nuestro reencuentro con Él.
“¿Quién te ha dicho que estabas desnudo?” (Gn. 3:11) - ¿En qué tono escuchamos estas palabras de Dios a Adán y Eva en la primera lectura? ¿Es un padre furioso que juzga con enojo? ¿O habla suavemente como un padre con el corazón roto, sabiendo las consecuencias que se derivarán? Esta percepción puede revelarnos cómo conceptualizamos a Dios Padre.
Con el Señor hay misericordia, y gracias a Dios por su paciencia y compasión. No es un padre que nos abandona, sino que siempre desea que volvamos a unirnos a Él. Dios no se cansa de perdonarnos, y no nos aísla después de un error. Quiere recibirnos de nuevo en comunión con Él.
En nuestro Evangelio, Jesús señala: “si un reino está dividido en bandos opuestos, no puede subsistir” (Marcos 3:25). Hay muchos "tribus", facciones y silos a los que podemos pertenecer hoy, pero estamos llamados a estar unidos en la Iglesia, el Cuerpo de Cristo. Hay mucho espacio para las opiniones diferentes y los intereses diversos, y para la variedad de expresiones y culturas, pero estamos llamados a ser uno por nuestro Bautismo y a mostrar misericordia a los demás como Dios nos ha dado una gran misericordia.
¿Cómo describiría la voz de Dios Padre en Génesis? ¿Cómo lo oigo?
Nombra una ocasión en la que hayas recibido el perdón de otra persona. ¿A quién puede estar llamándote Dios a perdonar hoy?
¿Dónde tengo la tentación de poner mi identidad en otros intereses (partidos políticos, aficiones, etc.) en lugar de siendo miembro bautizado del Cuerpo de Cristo, la Iglesia?