Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario
Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario
El verano suele tener un ritmo único. Ya sea por las vacaciones escolares o por el cambio de horario a causa de la luz del día y el calor, el verano puede implicar un cambio de rutina, o incluso la ausencia de la misma. Dado que tenemos cuerpo y espíritu, esto puede afectar a nuestro discipulado. Quizás haya surgido algún mal hábito este verano, o quizás hemos luchado por mantenernos fieles en algunos de nuestros compromisos con Jesús. En esta temporada es un reto asegurarse de que no nos tomamos unas "vacaciones de nuestra vocación".
En el Evangelio de hoy, Jesús vuelve a llamarnos a la vigilancia: debemos vivir como esos siervos buenos y fieles, sin cansarnos ni perder de vista la eternidad para la que hemos sido creados y para la que existimos. La joven Santa Teresa de Lisieux dijo: "El mundo es tu barco y no tu hogar". Ahora es el momento de volver a empezar si acaso nos hemos relajado con las disciplinas del discipulado este verano. Sabemos que nuestro Señor, Jesucristo, volverá algún día, a la hora que menos lo pensamos. Que nos encuentre preparados a su regreso.
¿El verano influye en tu forma de vivir la fe? Si es así, ¿es un impacto positivo o negativo?
¿Hay alguna práctica de discipulado a la que no hayas sido tan fiel en los últimos meses? ¿Cómo podrías renovar tu compromiso?
¿Cuál es un área de tu práctica de fe en la que sabes que Jesús te llama a ser más vigilante?