Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario
Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario
Hace unas semanas, escuchamos a Jesús llamar a sus seguidores a vivir de manera diferente que el resto del mundo, a ser sal y luz. Ahora nos explica cómo debemos hacerlo. La perfección a la que nos desafía no es simplemente teoría, sino un llamado que elegimos cada vez que tratamos de amar como lo hace nuestro Padre Celestial.
En nuestro contexto, no nos encontramos ante la decisión de dar nuestra túnica a alguien que la quiere. Lo más probable es que nunca nos presionen para servir una milla, sino que decidamos hacer dos. Pero quizá aún podamos ayudar al compañero de trabajo que nos ha dado una puñalada por la espalda para conseguir un ascenso o dejar pasar a la persona que intenta cortarnos el paso en el tráfico. Quizá podamos responder con caridad en nuestros mensajes en las redes sociales en discusiones subidas de tono. Tal vez podamos intentar amar a quienes tienen posturas morales o políticas significativamente diferentes a las nuestras, sin verlos como enemigos, sino como hijos amados de Dios. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra los espíritus malignos de los cielos" (Ef 6,12).
Amar a nuestros enemigos, rezar por los perseguidores y poner la otra mejilla parece absurdo hoy en día. Pero para un mundo consumido por la indignación ante cualquier desaire o maltrato, San Pablo dice que "la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios" (1 Cor 3,19). Aunque seamos víctimas de un maltrato, el victimismo no es la respuesta de un cristiano. Sino seguir el ejemplo de Jesús, la "¡Oh, Hostia saludable! Tú que abres las puertas del cielo, préstanos tu fortaleza y tu auxilio cuando los enemigos estrechan el cerco" (O salutaris hostia), que amó hasta el extremo. Pidámosle la gracia de hacer lo que parece imposible, sabiendo que Él nunca nos pide que hagamos algo sin darnos al mismo tiempo los medios para llevarlo a cabo.
¿En qué aspecto de tu vida podrías trabajar para ser más "como su Padre celestial es perfecto"?
¿Hay alguna situación injusta a la que te enfrentas -o en la que te sientes perseguido- que podrías resolver viviendo concretamente las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy?
¿Sientes que hay alguien en tu vida que es tu "enemigo"? ¿Cómo podrías intentar amarles?