Segundo Domingo de Cuaresma
Segundo Domingo de Cuaresma
El evangelio de este segundo domingo de Cuaresma posee una profundidad incalculable. Primero que todo, Jesús toma a las tres personas a quienes más les costó aceptar el mensaje de la salvación: Pedro, Santiago y Juan. A ellos tres les puso un sobrenombre. A Pedro, Cefas, que significa no sólo que iba a ser la piedra, sino también que fue el más cabeza dura de todos. A Santiago y Juan les puso Boanerges, los hijos del rayo, porque estaban llenos de orgullo. A éstos, a quienes les costó más entender el mensaje, fue a quienes invitó a subir al monte con Él. Subir al monte significa avanzar espiritualmente. Y allí aparecen Moisés y Elías conversando con Jesús, simbolizando que hay una tradición que viene desde el Antiguo Testamento que se cumple en Jesús, y que ya el Antiguo Testamento no tiene la última palabra; para indicarnos quién es Jesús. El mismo Jesús es, a raíz de la palabra pronunciada por el Padre, acreditado como el Mesías verdadero, “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo” (Mt 17, 5).
Existe un detalle bien particular, y es que los discípulos caen rostro en tierra. Cuando la Biblia dice que caen rostro en tierra, simboliza que estaban llenos de un gran miedo. Jesús se acerca y los toca. Esta palabra de tocar en la Biblia tiene una profunda resonancia curativa, es decir, los exorciza o saca de ellos todos sus temores y les dice, levántense y no tengan más miedo. Alzando los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Jesús está en el centro, porque cuando Jesús está en el centro, el miedo desaparece. Cuando la divinidad no está presente es cuando el miedo nos invade. Pero aquí la cuestión del miedo es fundamental, porque el miedo es una actitud que nos hace perder nuestra dignidad, nos hace perder nuestros proyectos, nos hace perder nuestros sueños. Por eso, Jesús quita el miedo y se queda en el centro.
Jesús les dice que no le cuenten a nadie. Quería estar seguro de que su mesianismo no era un mesianismo meramente político, sino un mesianismo que renovaría la interioridad de las personas; su corazón, su mente, su ser, para que todas las cosas que nos paralizan internamente desaparezcan. Por eso se transfigura, para mostrar allí que la gloria de la resurrección, que la gloria del poder de Dios está por encima de cualquier otra cosa humana que nos pueda estar atormentando en el día a día. ¡Qué bonita reflexión para este segundo domingo de Cuaresma! El primer domingo de Cuaresma nos ubicaba el desierto. En esta segunda semana, el Evangelio nos ubica en la montaña, en el monte, el lugar en donde Jesús expulsa nuestros miedos más profundos.
¿Que invitacion te hace Jesus en esta Cuaresma? ¿De que manera desea que “subas al monte” con El?
¿Cuales son los miedos que quisas no dejan que veas a Jesús actuando en tu vida? Recuerda que la cuaresma es un tiempo para entrar en el desierto y dejar que Jesús quite esos miedos, que volvamos a colocar a Jesús al centro de nuestras vidas.
¿Que significa poner a Jesús en el centro de tu vida?